Centro Ambulatorio de Rehabilitación en Adicciones  Terapia Individual y Grupal  Atención de profesionales  Talleres Asociación Civil Regreso a Casa San Luis Capital Cel.: 2664323950 Tel.: 4441473 E-mail: regresoacasa07@gmail.com www.regresocasa@blogspot.com facebook: regreso a casa

jueves, 23 de febrero de 2012

Volvi a tener una vida

Mi nombre es Cristian Gimenez, tengo 21 años adicto en recuperación. Estuve siete años consumiendo, un año internado en una comunidad terapéutica y otro en tratamiento ambulatorio.
Empecé a consumir alcohol a los 11 años, mi familia no me prestaba la atención que necesitaba y yo no me permitía hablar con ellos. El alcohol fue mi escape, tenía un grupo de amigos que acompañaban mi consumo. Ese fue el principio de mi silencio. Con el paso del tiempo consumía sustancias ilegales y fue tanta mi soberbia que creía que lo podia controlar. La relación con mi familia era conflictiva y violenta, mis padres se separaron y no volví a hablar con mi papá por varios años.

El dolor interno que sentía era tan grande que jamás pude expresarlo con palabras. En ese tiempo estuve en pareja, con la cual se creo otra dependencia. Y cuando esta relación llegó a su fin, fue la gota que rebalsó el vaso. No pasó mucho tiempo para llegar a mi límite y tener mi primera sobredosis. Después de ésta no paré, incluso estando sobrio tenía alucinaciones. Fue tan grande la depresión que no pude disfrutar de mis amigos, ni terminar el colegio. Empecé a sentirme solo por completo.

Aún así sabiendo que esto terminaría en locura, carcel o muerte, llegué a mi último límite, tuve otra sobredosis. Fue entonces cuando dejé de lado mi soberbia y decidí pedir ayuda. Mi familia y yo buscamos el mejor lugar para que mi recuperación diera éxito y elegimos ir a Buenos Aires a la Comunidad Terapeutica Belen Escobar " La casa del lago". Ya alejado de toda la gente que me rodeaba comencé mi tratamiento intensivo para tomar conciencia de mi enfermedad. Al pasar el tiempo empecé a recuperarme fisica, mental y socialmente. Al cabo de un año, volví a San Luis y seguí mi tratamiento ambulatorio en "Regreso a Casa"

Actualmente pude recuperar mi integridad física, practico deporte, logré entablar amistades sanas y volví a estudiar. Aprendí a comunicarme con mi familia y recuperé la relación con mi padre. Mi apariencia cambió, ahora puedo buscar trabajo sin miedo a los prejuicios.


Principalmente pude conocerme, recuperar la confianza en mi y tambien la de la gente. A tener humildad y a aprender a querer a las personas que se preocupan por mi. Pero más que nada, volví a tener una VIDA, a vivir con alegría y saber que ahora si me espera un futuro, con adversidades, pero que voy a enfrentarlas con valor y fortaleza para no volver a caer.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Falsas creencias sobre drogas

El consumo de drogas se puede controlar

Actualmente, hay un debate acerca de si se puede hablar de la existencia de un consumo responsable. Es una cuestión difícil de contestar, pues, para ello, los profesionales de la salud tendrían que definir exactamente el concepto de responsabilidad en el consumo de cada una de las drogas, mientras que muchos de ellos opinan que hablar de consumo y responsabilidad en relación a algunas drogas es una contradicción.
En lo que si parece haber un acuerdo es en que la falsa percepción de control responde a un mecanismo de defensa, llamado "negación", que permite al adicto seguir con su consumo. Es una característica que aparece en la mayoría de las personas durante todo el proceso de adicción, permaneciendo, incluso, en situaciones donde el consumo ha invalidado varias áreas de su vida (trabajo, relaciones, actividades de ocio...). Por lo que el hecho de que un adicto sea consciente de que tiene un problema se considera un elemento clave para su recuperación.

Por otro lado, no todo el mundo tiene el mismo nivel de autocontrol y autocrítica, factores que ayudan a identificar cuando el consumo está empezando a convertirse en abusivo y, por lo tanto, a combatir, a su vez, este mecanismo de negación.



 Fuente: lasdrogas.info

lunes, 13 de febrero de 2012

Reportaje a Carlos Damin.

"Es habitual mezclar cocaína y fármacos"


Jefe del servicio de Toxicología del Hospital Fernández, es cauto al responder sobre la muerte de Jazmín de Grazia y explica por qué esa combinación puede ser fatal. Advierte que el consumo de cocaína es una moda que atraviesa todos los estratos sociales y le inquieta el creciente alcoholismo en chicos cada vez más jóvenes.   

 Por Magdalena Ruiz Guiñazu

 

El doctor Carlos Damin es joven pero tiene sobre sus hombros la responsabilidad de la Primera Cátedra de Toxicología de la Facultad de Medicina de la UBA y, también, es jefe del Servicio de Toxicología del Hospital Fernández.
Hace ya un par de semanas que queríamos consultarlo.
Durante enero habíamos observado en las playas la cantidad de adolescentes que, a las nueve de la mañana, todavía se movilizan, botella en mano, pero revelando una noche de mezclas donde las drogas enfatizan el exceso cometido en la bebida.
—Lo que está pasando con la juventud –explica–, con el tema del alcohol, es realmente muy grave. Fíjese que del año 2009 al 2010 vemos que, en el Hospital, se ha duplicado la cantidad de menores de veinte años que han llegado aquí con un cuadro de intoxicación aguda grave. Todavía no tenemos los datos definitivos de 2011 pero puedo decirle que tuvimos más de 700 intoxicados graves menores de 20 años durante 2010. Para un solo hospital, y un solo servicio, esto es alarmante. Y, además, lo que estamos viendo es que no solamente aumenta el número de intoxicaciones sino que, cuando nosotros les hacemos determinación de alcoholemia a los pacientes, los casos son cada vez más graves. Es decir que son chicos cada vez de menor edad y con intoxicaciones cada vez más graves y con niveles de alcoholemia más altos.
—Cuando usted dice “niveles más altos”, ¿qué sintomatología tienen?
—Fíjese que, para manejar un auto está permitido hasta 0,5 gramos por litro. Para que se entienda le explico que, hace diez o quince años, estábamos acostumbrados a ver cuadros de intoxicación por alcohol con 2 o 3 gramos. Es decir, gente que llega con un cuadro evidente de ebriedad, que no puede mantenerse de pie, tiene una marcha zigzagueante típica del ebrio. Bueno, hoy lo que vemos son cuadros de coma con niveles de alcohol de más de 4 o 5 gramos y hemos tenido casos extremos con más de 6 gramos de alcohol en sangre, lo que nos ha obligado a hemodializar chicos por su nivel de intoxicación.
—El coma es un estadio anterior a la muerte, ¿no es cierto?
—Exactamente... Y esto, además, lo vemos porque lo que se consume es mucha más cantidad de volumen de alcohol pero, a la vez, por intermedio de muchas más bebidas con alta concentración alcohólica: bebidas blancas. Y lo que más complica es que están mezcladas con otras sustancias. Tenemos problemas entonces con el alcohol que se consume con bebidas mal llamadas “energizantes” y que contienen cafeína, taurina, etc., y que son erróneamente llamadas así. Son, en cambio, bebidas estimulantes que retardan el efecto del alcohol. Por lo tanto, el sujeto no tiene sueño ni las características del estado de ebriedad que antes hacía que, en determinado momento, dejara de tomar alcohol. Por eso, los cuadros no eran tan graves. Hoy, las ingestas se prolongan en el tiempo porque la persona permanece alerta hasta que llega un momento en el que cae en estado de coma.
—¿Esto también ocurre cuando se consume cocaína?
—Sí. Cocaína asociada al alcohol. Una asociación muy frecuente y que permite al sujeto ingerir mucho más alcohol o, cuando consume cocaína asociada con psicofármacos, permite contrarrestar un efecto con el otro hasta que, en algún momento, cae en un sueño muy profundo (que, a veces, es un cuadro precomatoso) y en el que, a veces, también puede sobrevenir la muerte no por la gravedad de la intoxicación sino por un accidente.
—¿Sería el caso tan triste de Jazmín de Grazia, que conmueve a la sociedad? La información judicial habla de restos de cocaína mezclados con Rivotril encontrados en un plato. Y tenemos entendido que esta mezcla produce mucho calor y que podría haber contribuido a que ella se metiera en la bañadera. ¿Puede ser?
—Mire, la cocaína produce cuadros de hipertermia y a veces de hipertermia maligna, que significa una temperatura (como si fuera fiebre) por encima de los 40 o 41 grados. Esto puede ocurrir tambien sólo con cocaína pero en la asociación de cocaína con psicofármacos es algo habitual.
—¿Por qué?
—Le explico: la cocaína genera un efecto euforizante (motivo por el cual el consumidor la usa) pero acompañado de muchos efectos no deseados por el consumidor: contracturas (quedar endurecido) muy molestas. Lo excita mucho cuando el consumidor, en cambio, lo que quiere es euforia. La excitación lo molesta, lo perturba. Respira mal. Tiene taquicardia, palpitaciones con mucha angustia, crisis de paranoia (cree que todos lo miran y persiguen) y entonces el consumidor lo contrarresta con alcohol o con psicofármacos. El psicofármaco más comúnmente usado es el clonazepam.
—¿Conocido comercialmente como Rivotril o Clonagil o Trapax?
—Hay muchos. Incluso el clonazepam es como un genérico. Hay muchos medicamentos que suelen asociarse a la cocaína y que le quitan la cosa no deseada. Ahora bien, como son depresores del sistema nervioso, se contraponen en el efecto. No tocan la euforia (que es lo que quería el consumidor) y entonces muchas veces hacen que el consumidor aumente la cantidad de cocaína y consuma más pastillas o más alcohol. La situación se convierte entonces en una carrera donde se va añadiendo un poco más de cada cosa hasta que el organismo no da más. Se termina cayendo en un cuadro de agotamiento neuronal que se manifiesta como un sueño muy profundo, casi anestésico Desde la medicina no lo definiríamos como si fuera un coma pero es un estado parecido. Y allí pueden sobrevenir accidentes o hechos no previstos que ocasionen incluso la muerte. Y allí, fíjese, la muerte no ha sido ocasionada por la intoxicación.
—En el supuesto caso de que Jazmín de Grazia haya hecho alguna mezcla letal, si no hubiera estado cerca de una bañera posiblemente no se habría muerto.
—Probablemente, de haber ocurrido esto no se hubiera ahogado.
Se hace un pequeño silencio frente a la desgracia de la cual habla todo el país. Una joven hermosa y, aparentemente, con muchas posibilidades por delante terminando su existencia a los 27 años.
—Fíjese, doctor, que observando las estadísticas vemos que antes se asociaba la droga con gente más grande y de determinados niveles sociales. De costumbres más que particulares. ¿Qué ocurre hoy cuando vemos que los chicos no pueden dejar de ingerir aun proviniendo de familias donde esto nunca se planteó antes?
—Creemos que el consumo de sustancias funciona un poco como moda. Se ha socializado mucho. Es decir que el consumo de cocaína atraviesa absolutamente todos los estratos culturales y sociales. En los niveles socio-culturales más desventajosos, lo que se consume es un poco más de paco, que es una forma de cocaína. Más rudimentaria y más agresiva. También más dura y dañina.
—¿Más barata también?
—No es más barata. La dosis es más barata pero es una ínfima cantidad de lo que se consume de clorohidrato. Si llevamos el paco al gramo vemos que es mucho más caro que el clorhidrato que se compra por gramos. Entonces, se vende mucho más fraccionado y esa fracción es mucho más barata.
—¿Es por eso que se produce la urgencia de seguir consumiendo?
—Exactamente. El efecto dura quince o veinte minutos y entonces el sujeto vuelve a consumir... Pero cuando usted escucha que los chicos consumen ochenta o cien dosis a lo largo del día, no puede dejar de advertir que gastaron más dinero que aquel que consume clorhidrato. Es un negocio redondo para el traficante. Cien dosis son aproximadamente un gramo. Una dosis de paco se cotiza entre 5 y 6 pesos mientras que un gramo de clorhidrato de cocaína se comercializa en 20 o 30 pesos. Depende de su pureza.
—Es un universo aterrador... –no podemos dejar de reflexionar–. Disculpe mi indiscreción pero, ¿por qué se dedicó usted a esta especialidad apasionante y tan terrible? Es como estar caminando por un largo subterráneo oscuro, ¿no?
—Mire, en esto uno se contacta con gente que tiene mucha necesidad de ayuda. Y a veces la ayuda consiste en escucharlo y, otras, simplemente en acompañarlo. Pero nunca juzgarlo. El consumidor de sustancias sufre mucho y uno siente, en muchas ocasiones, que acompañar sin estigmatizar ni juzgar logra mejores resultados para la vida del consumidor. La decisión del consumo de sustancias es algo muy personal y está ligada a muchas cosas. Nosotros siempre decimos que el consumo depende de tres factores: uno es la persona con todo su bagaje y sus problemas. El consumo de sustancias no implica una enfermedad. Hay veces que la gente prueba, no le gusta y deja de consumir. Es como el alcohol: uno puede beber un poco de vino durante toda su vida y no ser un alcohólico. El segundo tiene que ver con la sustancia que se va a consumir y que va a generar la adicción. El simple hecho de la desaparición de esa sustancia no erradica la enfermedad. A veces esto nos ocurre con gente que viene de Europa y que es consumidora de heroína. Llega aquí y cambia de droga porque aquí no hay heroína. Entonces, el problema está instalado. Es decir que la sustancia es uno de los factores, y tampoco el más importante. Por eso, a veces, no estoy de acuerdo con las Mamás del Paco cuando dicen: “Mi hijo cayó en el paco”. Si no hubiera sido el paco, hubiera sido otra adicción. Su hijo viene con problemas y tenemos que tratar de ayudarlo con esos problemas. La sustancia le va a generar problemas puntuales y para eso estamos los toxicólogos. La cocaína genera unos, el alcohol otros y la marihuana los suyos. Y la tercera pata de este problema es la sociedad: cuando nos encontramos que tenemos una sociedad consumista por excelencia (como es la nuestra) donde no sólo consume ella sino la familia también... bueno... Mire, la familia argentina cree hoy que todos los problemas los soluciona con un comprimido. De cualquier cosa. Y esto hace que los chicos vean con mucha naturalidad un consumo excesivo de medicamentos. Tenemos algunos récords graves de consumo de psicofármacos incluso en relación con los habitantes del mundo. Estamos en los primeros lugares como consumidores de medicamentos de venta libre. En muchos casos, la publicidad de esos productos es francamente obscena. Por ejemplo, un estado de felicidad simplemente por haber tomado un comprimido de algo. Entonces, observamos que “el problema” es un tema que angustia mucho. Y volviendo a su pregunta original, le diré que yo empecé como médico en terapia intensiva. Esa fue mi primera especialidad y, en algun momento, comenzó a interesarme mucho el tema de los tóxicos. La toxicología es mucho más amplia que las drogas de abuso. Lo vemos en todo lo que es medicina laboral, contaminación en los lugares de trabajo o contaminación ambiental, por ejemplo por mordeduras de ofidios, picaduras de arácnidos... Recuerde que la toxicología es todo aquello que proviene de algún tóxico. Lo que ocurre es que nos dedicamos mucho a las sustancias de abuso por la gran demanda que se ha producido. También es una de las formas de acercarse y ayudar al paciente que, cuando llega aquí, al hospital, lo hace con una demanda y una soledad muy duras.
—Qué tema el de la soledad. Usted recordará que, hace unos años, la sociedad norteamericana era la que tenía un remedio para cada cosa. ¿Se acuerda cuando apareció el Prozac?
—Pero también, usted acuérdese de que el Prozac fue un fenómeno mundial. Empezó efectivamente en los Estados Unidos y llegó a la Argentina, donde hemos llegado al extremo de “medicalizar” las tristezas. En nuestro país la gente pierde un ser querido, se separa y, en lugar de elaborar un duelo que llevará su tiempo natural y luego se irá porque las situaciones de tristeza se superan por ser un sentimiento, la gente se confunde. Ya no dice “estoy triste” sino “estoy depre”. Pero “estar depre” proviene de un diagnóstico psiquiátrico que implica una depresión que se medica. Entonces, la gente cree que puede corregir las tristezas con antidepresivos. Por eso, el efecto que tuvo el Prozac: un uso indiscriminado del antidepresivo. Al decir “estoy depre” la gente cree que comprando un comprimido tambien compra sonrisas. Esto es terrible.
—Hace años, también el Valium era una especie de “curalotodo”, ¿no?
—El Valium dio lugar a otras sustancias mucho más modernas como el clonazepam que, en realidad, existían desde antes que el Valium pero no estaban de moda. Se impusieron posteriormente, tienen efectos más dañinos. Sobre todo cuando se asocian a otras sustancias como el alcohol y, hoy, el Rivotril es uno de ellos.
—Usted puso mucho énfasis, doctor, en el tema de la venta libre de medicamentos que existe en nuestro país.
—En esto tenemos varios problemas: afortunadamente, en 2009 se votó una ley por unanimidad de todos los legisladores de ambas cámaras por la que se prohibió la venta de medicamentos fuera de las farmacias. Esto se aplicó en todo el país pero, lamentablemente, se vetó en la Ciudad de Buenos Aires y es el único punto donde esto sigue ocurriendo. Es decir que se venden medicamentos en los kioscos... El consumo masivo de medicamentos que existe en nuestro país es terrible. Y se debe a distintos factores: uno es el lobby de los laboratorios sobre el médico. Y esto es muy importante. Tenemos muchos médicos que prescriben en demasía y sobremedican. También muchas veces no llevan el control de la cantidad de veces que le han dado una receta a un paciente. El tercer factor es el farmacéutico al que, como le habían sacado un poco el negocio de los medicamentos de venta libre, ha flexibilizado la retención de la receta y entonces muchas veces vende medicamentos que eran de receta sin archivar el original correspondiente. Y hay un cuarto factor que, evidentemente, es la gente. En nuestro país todo el mundo receta. Todos toman un “cuartito” de pastilla que le recomendó su hermana, el tío, el portero, una amiga. Toma el “cuartito” para relajarse porque es una persona ansiosa y nerviosa o porque algo le cayó mal. Fíjese que la publicidad también es muy dañina. Por ejemplo, hay una publicidad que, en vez de hacer una promoción de la salud, aconseja a la gente: “Coma mal: papas fritas, huevos fritos, milanesa, chocolate y con 40 gotitas usted contrarresta sus efectos”. Esto es algo malintencionado porque no sólo le están diciendo a la gente “coma mal” sino que, además, con un químico usted contrarresta lo dañino pero está tomando una dieta mala y un medicamento que en conjunto hacen una mala incorporación al organismo. Esto, entonces, le hace mucho daño a la persona y a la salud pública también.
—A los argentinos nos encanta recetar.
—Todos somos un poquito médicos. “Tome tal cosa porque mi papá tuvo tal otra y le fue bien.” “Vas a ver cómo se te va a pasar con esto que te doy.” La lista es infinita. Mire, yo viajo mucho a Alemania y también he vivido un tiempo allí, y cuando un médico les prescribe un antibiótico, los alemanes le discuten largo y tendido. El médico tiene que estar muy seguro y lograr que el paciente acepte el antibiótico porque el alemán tiene el concepto de que un antibiótico, por ser “anti-biótico”, algun daño le va a hacer. No quiero extenderme pero aquí, en el hospital, más de una mamá me explica: “Mi nene empezó con una angina y yo empecé a darle el antibiótico. Como seguía con fiebre, le aumenté la dosis y, a los dos días, no se le pasó. Por eso lo traigo, doctor”. Entonces, lo terrible es que esa mamá le suministró el antibiótico al chico cuando quiso y como quiso. No sólo puede hacerle daño ese medicamento en sí mismo sino, además, se genera una disminución del efecto de ese antibiótico para otra oportunidad en que realmente lo necesite. Con esta actitud hacemos mucho daño. Creo que hacen falta más campañas de promoción de la salud y tratar de que los argentinos retomemos hábitos saludables que son el mejor escudo frente al consumo de sustancias. Haga más deporte, coma más sano, que los chicos vean un poco menos de televisión, vuelvan a jugar más a la pelota en vez de leer todo el tiempo mensajitos de texto. Creo que retomar esos hábitos saludables nos haría mucho bien a todos. Son el mejor escudo contra las adicciones.