Centro Ambulatorio de Rehabilitación en Adicciones  Terapia Individual y Grupal  Atención de profesionales  Talleres Asociación Civil Regreso a Casa San Luis Capital Cel.: 2664323950 Tel.: 4441473 E-mail: regresoacasa07@gmail.com www.regresocasa@blogspot.com facebook: regreso a casa

viernes, 7 de diciembre de 2012

La familia frente a las adicciones



¿QUÉ SE EDUCA EN LA FAMILIA?

Es en la familia donde se adquieren y desarrollan las actitudes, creencias, valores, hábitos, estilos de vida y comportamientos, que determinarán el modo de los hijos de enfrentarse a la vida y, por lo tanto, el modo de relacionarse con las drogas.

Podemos sintetizarlo del siguiente modo:

LOS VALORES son aspectos concretos a los que les damos una importancia especial, de manera que pasan a orientar lo que hacemos. Por ejemplo, la salud puede ser un valor dominante para la persona, mientras que otros pueden valorar el dinero por encima de otras cosas, el éxito, la inteligencia, la unión de la familia, etc. Las personas definimos lo que está bien o mal en función de los valores que tenemos.

LAS CREENCIAS son las ideas o convicciones que las personas tenemos acerca de las cosas y que consideramos como verdades indudables. Podemos tener creencias más o menos racionales o irracionales. Por ejemplo, si la salud es un valor importante para nosotros, podemos tener creencias irracionales respecto a nuestra propia salud «seguro de que voy a enfermar, estoy predestinado a ello» o creencias más ajustadas a la realidad «la enfermedad le puede tocar a cualquiera».

LA ACTITUD es la disposición que tenemos a pensar y comportarnos de un modo determinado. Las actitudes pueden ser más positivas o negativas, optimistas o pesimistas. Siguiendo con el ejemplo de la salud, una actitud positiva sería el pensar «puedo hacer cosas para mejorar mi salud», mientras que una actitud negativa podría ser «es mejor no hacerse análisis, porque si estás enfermo no podes hacer nada para remediarlo y cuando más tarde te enteres mejor».

LOS HÁBITOS son las costumbres, la capacidad y habilidad que tenemos para hacer algo por haberlo hecho en repetidas ocasiones. El estilo de vida es el modo de vida característico de una persona. Y los comportamientos son nuestras conductas, la manera de actuar que tenemos ante cada situación. Una persona que tenga, por ejemplo, creencias racionales y una actitud abierta y optimista hacia la salud desarrollará con más facilidad hábitos de vida sanos (higiene, ejercicio, alimentación adecuada, etc.), un estilo de vida basado en el orden, tranquilidad, etc. y comportamientos sanos (práctica de deportes, salidas al campo, controles médicos periódicos, etc.).





¿ES CONVENIENTE HABLAR ABIERTAMENTE SOBRE DROGAS?

Especialmente al comienzo de la adolescencia resulta muy oportuno dialogar sobre las drogas. Los adolescentes conocen las drogas por sus amigos, la televisión, los comentarios de los adultos. Por lo tanto no tiene sentido ignorar esta experiencia y es preciso apoyarnos en ella para construir una actitud firme de rechazo a los usos de drogas y fármacos.

Este diálogo abierto es conveniente que se oriente en dos direcciones:

• Desafiar, en primer lugar, los mitos y las informaciones erróneas que los jóvenes  poseen sobre las drogas, tales como que, son inofensivas, se pueden controlar, pueden ayudar en algunas ocasiones, etc.

• En segundo término, explicar claramente, sin exageraciones ni demonizaciones, las razones por las que no deben consumirse: los peligros asociados, las normas y leyes que las prohiben, su incompatibilidad con el estudio, deporte, trabajo y el adecuado proceso madurativo.
Claro que para poder desmitificar y explicar, los padres deben ser los primeros en instruirse, sino quedarán atónitos y descolocados ante el conocimiento que traen sus hijos de la calle.
Muchos padres tienen reparos en conversar con su hijos sobre el uso del alcohol y las drogas. Algunos de nosotros no creemos que nuestro hijo pueda verse involucrado en el uso de drogas ilícitas. Otros padres de familia no conversan con los hijos sobre el tema porque no saben qué decir o cómo decirlo, o tienen miedo de poner ideas en la mente del hijo.
No espere hasta sospechar que su hijo tiene un problema. Muchos jóvenes que están en programas de rehabilitación manifiestan haber consumido alcohol y otras drogas por lo menos por espacio de dos años antes de que sus padres lo supieran.
Comience temprano a hablarle del alcohol y otras drogas, y mantenga abiertas las líneas de comunicación. No tenga miedo de confesar que no sabe todas las respuestas. Haga saber a su hijo que está preocupado, y que pueden tratar juntos de encontrar esas respuestas.

¿CÓMO MEJORAR SU CAPACIDAD PARA HABLAR CON SU HIJO?
Se indican a continuación algunas sugerencias básicas para hablar con sus hijos acerca del alcohol y las drogas.

Sepa escuchar. Asegúrese de que su hijo se sienta cómodo transmitiéndole sus problemas o preguntas. Escuche atentamente lo que dice. No permita que la discusión termine por la cólera que le produzca lo que oye. Si es necesario, tómese un descanso de 5 minutos para calmarse antes de continuar. Tome nota asimismo de lo que su hijo NO le dice. Si no le cuenta sus problemas, tome la iniciativa y pregúntele lo que ocurre en la escuela o en otras actividades.
Esté disponible para conversar incluso sobre temas sensibles o delicados. Los jóvenes necesitan saber que pueden confiar en que sus padres les darán información exacta sobre los temas que son importantes para ellos. Si sus hijos desean conversar sobre algo en un momento en que usted no puede prestarles completa atención, fije otro momento para hacerlo, y hágalo.
Sea generoso con los elogios. Destaque las cosas que sus hijos hacen bien en vez de concentrarse siempre en las que hacen mal. Cuando los padres elogian más fácilmente que critican, los niños aprenden a sentirse seguros de sí mismos, y desarrollan la confianza necesaria para fiarse de su propio juicio, aumentando su autoestima.
Transmita mensajes claros. Cuando hable sobre el uso del alcohol y otras drogas, asegúrese de transmitir claramente que no deben usarse, de manera que los chicos sepan exactamente a qué atenerse. Por ejemplo: «En nuestra familia no se permite el uso de drogas ilícitas, los chicos no toman bebidas alcohólicas».
Sea modelo del buen comportamiento. Los jóvenes aprenden por el ejemplo tanto como por la enseñanza. Asegúrese de que sus propios actos reflejen las normas de honestidad, integridad y juego limpio que usted espera de sus hijos.


¿EL EJEMPLO QUE SE OFRECE ES DETERMINANTE?

Los padres, los deportistas, los educadores, los entrenadores, constituyen un modelo para los niños y jóvenes, incluso sin pretenderlo. Hemos de ser conscientes de ello para ofrecer un adecuado ejemplo, especialmente respecto de los propios hábitos de consumo de fármacos, alcohol y otras drogas, y en relación con las propias actitudes hacia los hábitos de los demás. Si quien representa un modelo de conducta muestra unos comportamientos tendientes al consumo de drogas, entendiendo por éstas aquellas sustancias que se han descrito en la presente publicación, o tolerante con el uso que otros hacen de estas sustancias, difícilmente contribuirá a la prevención
de su consumo en sus hijos o educandos.


¿UNOS VALORES FIRMES PUEDEN FAVORECER LA ABSTINENCIA?

Los adolescentes son lo suficientemente mayores como para tener ideas propias sobre lo que está bien y lo que está mal, y para tomar decisiones basadas en los principios que ellos consideran importantes. Un sistema firme de principios y valores puede ayudarles a tomar decisiones basadas en hechos reales y no en las presiones externas.
Es preciso que los mensajes de los adultos sean claros, para la adecuada conformación de este sistema de valores. Expresando lo que se considera positivo y negativo, razonando las opiniones, ayudaremos a los jóvenes a contar con un referente en su manera de proceder.
Los valores realmente asumidos impregnan todos los comportamientos, lo que da como resultado una conducta coherente y sin contradicciones.